El campo español ‘sobrevive’ al clima y bate en productividad al europeo desde hace décadas (fuente. www.elconomista.es)
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El campo europeo está en plena crisis, con movilizaciones generalizadas en el Viejo Continente en un momento clave en el que se decide la nueva Política Agraria Común (PAC). El sector primario ha perdido relevancia en el tejido productivo: menor peso de la industria y la agricultura en favor de los servicios, parte del proceso de desarrollo y globalización de las economías. La situación del campo español deja luces y sombras, pues ha sabido adaptarse al clima para mejorar su eficiencia y productividad frente a Europa: han rentabilizado y optimizado el uso del agua, es un actor importante en el exterio, pero también refleja la ‘cara b’ por sus condiciones laborales precarias y la dificultad de los pequeños empresarios para rentabilizar su trabajo.
Desde 1995 ha ganado 14 puntos de productividad frente a la Unión Europea, el único sector que consigue mejorar en el indicador ‘maldito’ de la estructura productiva en nuestro país, según datos que recogen del Banco de España (BdE) Fedea y los economistas. España ha vivido un proceso de terciarización de su economía. La agricultura sigue siendo importante y nutre el país, pero su peso en el empleo ha caído del 14,1% al 3,5%.
La incorporación de maquinaria y el regadío son dos elementos clave para entender cómo la agricultura ha mantenido su Valor Añadido Bruto real en el 3% del PIB, batiendo a los vecinos europeos. Montserrat Cortiñas, vicesecretaria general de Unión de Pequeños Agricultores (UPA), cree que gran parte del éxito del campo español obedece a las grandes inversiones acometidas en regadío, responsable del 60% de la producción total.
Alejandre detalla que «las inversiones se han centrado, más que en el incremento de la superficie, en cómo se ha optimizado el uso del agua. Así lo que se consigue es más producción con menos insumo, con menos uso de agua». En este sentido, se ha evolucionado del riego por manta a un riego por aspersión o por goteo. El experto también considera que la concentración parcelaria ha permitido reducir costes: parcelas más grandes permiten introducir cambios más fácilmente.
«En muchos terrenos el riego se hace a través de microordenadores, lo que dosifica el agua a demanda en la planta», explica Barato. El presidente de Asaja añade que también ha habido una importante evolución en maquinaria y que se ha innovado junto con las Universidades para vender las virtudes de los productos españoles.
Competitivos en el sector exterior
El patrón exportador español descansa en el intercambio de bienes, donde la agricultura es fundamental para medir fuerzas en el extranjero y ganar competitividad. Su cifra de exportaciones alcanzó en 2022 un valor de 69.645 millones de euros (el 17,5% de todas las exportaciones de bienes en España).
Desde Asaja, Barato destaca que «somos competitivos en frutas, hortalizas y sectores como el porcino, pero en leche, cereales y ovino, por ejemplo, sufrimos por la sequía», aunque puntualiza, «se han industrializado muchas explotaciones ganaderas, especialmente en porcino». «La mejora genética de nuevas variedades de alimentos o la optimización de los insumos justifica este crecimiento», dice Cortiñas.
Los pequeños agricultores asientan la mejora de productividad en el mayor número de variedades de todos los alimentos (destacando los productos hortícolas o los cereales) y la mejora de los fertilizantes.
El técnico agrícola de UPA habla también de una mejora en las técnicas de cultivo. «Una parte significativa del olivar y del viñedo se han puesto en riego por goteo y han pasado de conformaciones en vaso a espaldera, en el caso del viñedo; y en el caso del olivar, en intensivo y superintensivo, que aumentan la producción de una forma importante», explica Alejandre. Un olivar tradicional pude dar entre 1.000 y 5.000 kilos de aceituna por hectárea, y un olivar superintensivo entre 12.000 y 14.000 kilos.
Condiciones laborales, la otra cara
Los datos macro muestran una mejora en la eficiencia del negocio. Pero la parte micro refleja que el sector con los salarios más bajos y una elevada temporalidad. En muchos casos el campo lo labran microempresas o trabajadores autónomos, aquellos que tienen una mayor dificultad para acceder a créditos y para amortizar las inversiones.
«Cada vez hay que invertir más en costes», denuncian desde la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (Coag). «En 2003 para tener un euro de producción se tenían que gastar 0,35 céntimos en insumos; en 2022 había que gastar 0,54 céntimos en insumos», señalan.
Las nóminas antes de impuestos no alcanzan los 1.500 euros, una brecha de unos 600 euros con el salario medio en nuestro país. La compensación retributiva va aparejada a un volumen de producción menor que el de otros sectores como la industria, pese a la citada mejora en la carrera con Europa.
Álvaro Areta, técnico de Coag, advierte de que cada vez menos ocupados agrarios. «Desde 1996 hasta 2019 se produce una caída de las horas dedicada a la agricultura y también se ha pasado de 1.105.000 ocupados en el sector a 793.000». Las condiciones laborales obligan a los empresarios a buscar trabajadores en el extranjero, una práctica cada vez más común que se ha intensificado durante este siglo y que se retroalimenta con el éxodo de profesionales a las ciudades.